El Cabildo de Tenerife impulsa la conservación de la roseta, una de las labores artesanas más antiguas de Canarias

Roseta

Tenerife – 23/7/2014. El Cabildo quiere proteger y conservar la roseta, una de las labores artesanas más antiguas y representativas de Canarias. Para ello, a través de la Empresa Insular de Artesanía de Tenerife, ha desarrollado un proyecto cuya finalidad es poner en valor y salvaguardar la técnica y producción de esta actividad que llegó a convertirse en una verdadera industria a finales del siglo XIX.

En la actualidad, la producción se limita a los municipios de Vilaflor, Adeje, Granadilla, La Laguna y La Orotava donde, en la mayoría de los casos, se elabora por un pequeño grupo de artesanas de edad avanzada.

El Cabildo reconoce su compromiso con esta actividad artesana por lo que ha aportado a la cultura y tradiciones canarias, por su apoyo a la economía de las familias más necesitadas de finales del siglo XIX hasta la primera mitad del XX y por llevar el nombre de Tenerife al resto del mundo, como sinónimo de calidad y belleza de sus productos. Estas labores se llegaron a vender en los centros comerciales de mayor relevancia del Reino Unido, Francia, Alemania y Estados Unidos.

Al igual que en otras formas del patrimonio cultural inmaterial, el objetivo de esta salvaguarda consiste en garantizar que esos conocimientos y técnicas, que están en manos de mujeres mayores de setenta años, se transmitan a las generaciones venideras, de modo que se sigan practicando.

La roseta viajó de la mano de emigrantes canarios a América y se puede encontrar en países como Paraguay, Venezuela, Argentina, Bolivia, Perú, Cuba, Brasil, México, Puerto Rico y en Estados Unidos (se trabajó en Texas y Luisiana, en esta última, aún se conserva). Estos países la adoptaron como producto nacional y en ocasiones han cambiado su nombre pero la técnica sigue siendo la misma. En  Paraguay se las denomina ‘ñandutí’; en Venezuela, ‘soles de Maracaibo’; en Puerto Rico, ‘soles de Brasil’, ‘soles de Naranjito’. En estos lugares la roseta se ha mantenido gracias a la labor de protección llevada a cabo por los organismos oficiales de cada localidad.

En los países de habla inglesa se las conoce como ‘Tenerife lace’ y fue practicada durante mucho tiempo por las damas de la alta sociedad como un entretenimiento. La importancia de la roseta fue tal, que llegó hasta Filipinas y otras zonas de Europa. En Croacia hay dos localidades destacas: la isla de Hvar y la región de Eslavonia, (Condado de Brod Posavina).

La tradición en ambas zonas reconoce su procedencia de Tenerife, hasta tal punto que, desde Eslavonia han enviado una colección de rosetas, para ser expuestas en El Museo de Artesanía Iberoamérica y  la artesana que las envía  comenta: “las rosetas vuelvan al lugar que las vio nacer”. Por otra parte, en la isla de Hvar, la técnica de la roseta realizada con hilo de ágave, es considerada, junto con otros tipos de encaje, Patrimonio Inmaterial de la Unesco.

Desde el siglo XVI, la roseta se ha cultivado en la isla, alcanzando para si merecidos elogios a nivel internacional. Países como Reino Unido o Francia compraban las rosetas de Tenerife, considerándolas “verdaderas joyas”. Estas labores revelaban según las crónicas del momento, “la belleza que engalana los hogares de toda la tierra, llevando a los países más lejanos el nombre de Tenerife a través de  su sello de distinción, arte, y la suntuosidad de sus filigranas delicadas y sutiles”.

Aún siendo complicado el trabajo de elaboración de una roseta, la actividad rosetera se caracteriza por una economía de medios y el cómodo uso de ellos, propiciando un rápido aprendizaje y dominio de la técnica en comparación con otras variantes artesanales. En los comienzos, era  un trabajo realizado para el consumo  familiar  pero con la implantación de las casas comerciales del Reino Unido, llegó a convertirse, junto con el calado, en una industria a gran escala. Se empleó numerosa mano de obra femenina y se instalaron en las islas casas exportadoras que satisfacían la creciente  demanda del mercado europeo (Gran Bretaña, Alemania y Francia) y el norteamericano, que ocupaba el segundo lugar tras Gran Bretaña.

El conocimiento y la técnica de la roseta se transmitían  de una generación a otra  y eso hizo a su vez que la producción se concentrará en determinados lugares. Las artesanas que trabajan fuera de ese ámbito, en muchos casos, aprendieron el oficio en las zonas de mayor producción o mantenían algún tipo de relación  con el lugar a través de amigos o familiares.

La confección de las rosetas en Tenerife, se conserva aún viva, gracias a la labor realizada por la Sección Femenina en 1939. Esta Organización  potenció en toda España el trabajo del encaje de cara a la comercialización, organizando talleres donde se enseñaron las formas y los estilos de cada lugar.

Posteriormente, el fomento estuvo en manos del Ministerio de Cultura y de otras entidades cuya iniciativa se decanta por organizar cursos de diseño, exposiciones, ferias y congresos, publicaciones, premios de investigación, apertura de centros de venta y museos. Entre ellas destaca la labor del Cabildo de Tenerife, ayuntamientos de la isla y consejería de Industria.

En cuanto a la comercialización actual, se trabajan los paños y manteles con rosetas sueltas que se compran a una misma artesana para luego unirlas y formar el producto terminado, listo para su venta. Se repiten modelos por la falta de estímulos y buscando solo la rápida rentabilidad. Los puntos de venta se saturan con los mismos modelos y productos. El  cliente que se decanta por diseños más complicados, exclusivos, no encuentra lo que busca, deja de comprar  y la economía de la rosetera se reciente.

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